En el contexto de la guerra contra la Confederación Perú-boliviana, y tras una primera expedición chilena al mando del general Blanco Encalada, la cual resultó desastrosa para Chile, el gobierno de José Joaquín Prieto envío otra hueste al Perú, siendo dirigida por Manuel Bulnes, quien a su cargo tenía un ejército de seis mil hombres.

Siendo vencedores en la Batalla de Guías, los chilenos entraron a Lima en agosto de 1838, para posteriormente triunfar en los combates de Matucana y Puente de Buin, mientras que las fuerzas navales hacían gala de su valía en Casma. No obstante, el grueso del ejército confederado, al mando de Andrés de Santa Cruz disponía a dar batalla en Yungay.

La memorable batalla tuvo lugar el 20 de enero de 1839 a las orillas del río Santa, donde Bulnes, junto a cinco mil soldados se extendió frente a los cerros Punyán y Pan de Azúcar, donde sucesivamente los chilenos, con gran arrojo escalaron estos macizos, clavando en sus cimas el pabellón patrio. Por otra parte, y tras seis horas de lucha, grandes cargas de caballería   en las llanuras derrotaban las ultimas fuerzas de la Confederación.

Entre los compatriotas que pasaron a la Historia en esta campaña, destaca la Sargento Candelaria Pérez, quien, antes de la invasión chilena, dirigía una fonda en el Callao, pero tras la llegada de la expedición de Bulnes, sirvió en trabajos de inteligencia, cuidando heridos y comandando un pelotón de soldados en el combate, en los que luchó con ardiente valor.

Finalmente, el triunfo de Yungay fue la muestra de la identidad guerrera de Chile, arraigada en la idiosincrasia del roto chileno, siendo un arquetipo de valerosa gallardía, esfuerzo y picardía.